Contenidos
La vida no es justa, pero igual estás en el juego.
La vida no es justa
La vida no es justa.
Algunos nacen con dinero.
Otros, con amor.
Algunos con salud.
Y otros, con mucha carencia.
Algunos, simplemente, parecen tenerlo todo resuelto desde el día que nacieron.
Y no es justo. Lo sé.
Pero —nos guste o no— es lo que hay.
Es lo que es.
La vida no es justa.
Y no tiene por qué serlo.
Sé que esa frase puede doler, incomodar, e incluso generar frustración, rabia o tristeza.
Yo lo he sentido.
Yo lo he pensado.
Incluso lo he gritado:
“¡La vida no es justa, y quisiera que lo fuera!”
Y sí, puede ser muy frustrante.
Pero una vez que lo aceptas, la experiencia cambia.
Se convierte en un proceso liberador, expansivo y consciente.
Porque lo que realmente te mantiene atrapado no es la injusticia en sí, sino la expectativa de que todo debería ser justo, equitativo y diferente.
Pero no es así.
Y no tiene que serlo.
La vida no es justa.
Y simplemente es lo que debe ser.
¿Y qué es?
Un juego.
Así es. La vida es un juego.
Como siempre me dijo mi padre:
“Un juego muy serio, pero al final, sigue siendo un juego.”
Y como cualquier juego, tiene reglas.
Algunas explícitas. Otras invisibles.
Algunas claras. Otras confusas.
Pero están ahí.
Y afectan todo.
Te afectan.
A la vida —al juego— le da igual si eres consciente de las reglas o no.
Estés despierto o dormido, las reglas son las que guían el juego.
Quieras o no, estás dentro del juego. y depende de ti —al 100%— tomar conciencia, entender las reglas, y usarlas a tu favor para avanzar en el tablero.
Entonces, ¿cómo se gana el juego?
Lo primero es dejar de discutir con el tablero.
Basta ya de culpar a lo externo.
Manos a la obra: estúdialo. Obsérvalo. Entiéndelo. Dominalo”
Y no estoy hablando de resignación, pues no se trata de rendirte ante lo injusto.
Se trata de hacerte consciente de dónde estás parado, cuáles son tus fichas, cómo funciona el sistema, y sobre todo, qué decisiones internas sigues repitiendo sin darte cuenta.
“Porque este juego —llámalo vida, camino, experiencia, Matrix, como quieras—
se juega desde adentro.”
Todo lo que no transformas internamente, lo repites externamente.
Una y otra vez.
lass=»yoast-text-mark» />>Con otra pareja. Con otro jefe. Con otro cuerpo. Con otra excusa. Todo una y otra vez, siempre el mismo resultado, siempre el mismo juego.
Hay que observar con total y cruda honestidad.
Sí: para dentro, nunca para fuera.
Porque ahí, cuando realmente te miras —sin disfraces, sin excusas, sin anestesia— es cuando puedes darte cuenta de que, incluso en medio de lo injusto, tienes mucho más poder del que creías.
Y desde ahí, puedes transformar el tablero por completo.
No puedes cambiar el inicio de tu historia.
Pero puedes cambiar el rol que eliges jugar en ella.
No puedes evitar que haya reglas.
Pero puedes aprenderlas, dominarlas, y tal vez incluso inventar unas nuevas.
La vida no es justa.
Pero igual estás en el juego.
Y si ya estás dentro…
¿Qué más da que jugar con todos tus recursos este juego?
Si ya estás dentro,
¿por qué no aprender a jugarlo con consciencia?
No lo olvides.
La queja no cambia nada.
Entender las reglas, sí.
Así que hablemos de ellas.
Las reglas invisibles del juego: salud, dinero, relaciones y propósito
El juego de la vida se manifiesta en muchas dimensiones.
Pero hay cuatro áreas de este mundo 3d que concentran la mayor parte de nuestro tiempo, energía y sufrimiento: la salud, el dinero, las relaciones y el propósito.
No son las únicas. Pero sí son las más visibles, las más universales y las que para todos en algún punto son un reto.
En cada una operan reglas invisibles.
Reglas que están activas aunque no las conozcas.
Reglas que, si no entiendes, te harán repetir patrones una y otra vez de manera inconsciente.
Lo que vas a leer a continuación no son fórmulas mágicas.
Son principios internos que, si los comprendes y aplicas, pueden transformar radicalmente tu forma de jugar y de ganar el juego.
Al final, todas estas áreas no están separadas.
Son expresiones diferentes del mismo juego.
Y tú eres el jugador en todas y cada una ellas.
Salud
No se trata solo de cuidar el cuerpo, sino de escuchar lo que te está diciendo.
En el tablero de la vida, tu cuerpo no es solo una ficha.
Es un mensajero, un vehículo lleno de información vital que te entrega señales y te va dirigiendo.
Tu cuerpo, como todo mensajero, tiene una función muy clara:
avisarte cuando te estás desconectando, mostrarte cuando estás manejando en piloto automático o cuando no estás prestando atención al juego.
Pero la mayoría de las veces no escuchamos al cuerpo.
Ignoramos el insomnio, la fatiga, las migrañas, el dolor de espalda, el estrés, la ansiedad y un sinnúmero de síntomas y alertas que están encendidas y tratan de decirnos que debemos detenernos para tomar consciencia y escuchar al cuerpo.
Por cierto, una de las mejores formas de escuchar al cuerpo es la meditación.
Si no sabes cómo empezar, en este otro artículo te cuento cómo hacerlo.
Ahora bien, apréndete de memoria esto:
La primera regla del juego en el terreno de la salud es esta:
“Todo lo que no haces consciente, lo grita tu cuerpo.”
Alimentación, descanso, movimiento… sí, todo eso es necesario.
Pero no es suficiente.
Si estás en guerra contigo, ningún suplemento va a salvarte.
Si vives desconectado de lo que sientes, tarde o temprano tu cuerpo te lo va a recordar.
La salud verdadera empieza cuando te haces cargo de lo que cargas, de lo que callas y de lo que sostienes sin darte cuenta.
De todo eso que llevas años ignorando y que por no querer sentirte vulnerable prefieres avanzar como si nada.
Y no es tu culpa, pues son procesos inconscientes, pero si es tu responsabilidad tomar consciencia para poder verlos, trabajarlos, hacerlos conscientes y subir de nivel en el juego.
¿Qué te dice tu cuerpo? ¿Qué te duele? ¿Cómo te sientes? ¿Tienes sobrepeso? ¿Te gusta tu apariencia?
Cada dolor, cada síntoma, cada sensación y en general toda la consciencia de tu cuerpo está llena de valiosa información relacionada con el personaje que utilizas para jugar el juego.
Por eso, tomar consciencia de él y atenderlo con presencia es fundamental si quieres cambiar tu experiencia en el juego.
Dinero
No ganas lo que mereces. Ganas lo que crees que mereces.
¿Cuánto es mucho dinero para ti?
Si te ganaras la lotería, ¿qué harías con todo ese dinero?
¿Sabes lo que realmente es el dinero?
El dinero no es solo números, ingresos, tarjetas o transferencias.
Tampoco es un papel impreso que intercambias por tu tiempo.
El dinero es energía. Es identidad. Es un espejo.
Lo que haces con él dice mucho menos que lo que crees sobre él.
Porque no atraes lo que deseas, atraes lo que crees posible para ti.
Atraes desde tu sistema de creencias, no desde tus intenciones conscientes.
¿Quieres saber qué tan bien juegas el juego del dinero?
Mira tu cuenta.
Mira tus decisiones diarias.
Mira cómo hablas de él.
Mira qué sientes cuando te llega… y cuando se va.
Y, sobre todo, mira qué juicios tienes hacia quienes lo tienen.
Eso lo dice todo.
Si crees que el dinero es sucio, nunca vas a dejar que se quede contigo.
Si lo asocias con sufrimiento, lo saboteas.
Si lo ves como un premio para los que “hacen trampa”, vas a jugar desde la culpa.
Así no se gana el juego.
La regla del dinero es esta:
“Tu cuenta bancaria no refleja tu valor, pero sí refleja tus creencias.”
No importa cuánto trabajes.
Si en tu interior hay conflicto, miedo, carencia o culpa, el juego se vuelve pesado y lleno de carencia y escasez.
Y no se trata de repetir afirmaciones, ni de desear más.
Se trata de ver con consciencia desde dónde estás recibiendo, gastando y pidiendo.
Deja de huir del dinero.
O deja de perseguirlo con ansiedad.
El dinero no es el fin del juego.
Pero es parte del tablero, y mientras más lo comprendas, más libertad tendrás para avanzar de nivel.
Y por cierto… la libertad, en este juego, vale más que cualquier cifra.
Relaciones
No atraes lo que quieres. Atraes lo que eres… o lo que todavía no has sanado.
Las relaciones no son premios ni castigos.
Son espejos.
Cada persona que llega a tu vida —ya sea pareja, amigo, jefe o socio— refleja algo de ti: tu luz, tu sombra, tus heridas, tus miedos o tus deseos más profundos.
Y si no lo ves, repites.
Cambias de pareja, de ciudad, de trabajo… pero las dinámicas son las mismas con diferentes nombres y caras.
La mayoría busca relaciones desde la necesidad:
que me completen, que me den seguridad, que me hagan feliz, que me validen.
Pero una relación no es para completar lo que te falta.
Es para expandir lo que ya eres.
Y para eso, primero tienes que conocerte, respetarte y estar dispuesto a verte en el espejo que la otra persona te pone enfrente.
La regla en el juego de las relaciones es esta:
«Solo puedes relacionarte con los demás al nivel en que te relacionas contigo mismo.»</blockquote>
Si vives desde
el miedo, atraerás personas que lo confirmen.
>Si te tratas con desconfianza, buscarás pruebas para justificarla.
>Si no te crees digno de amor, te unirás a quien refuerce esa creencia.Y no, esto no es culpa ni castigo: es el tablero mostrándote qué tienes aún que trabajar.
Una relación sana no se construye con la pareja “correcta” o con amigos “perfectos”.
Se construye cuando ambos jugadores están dispuestos a mirarse, a asumir su parte y a crecer juntos desde la consciencia.
El amor verdadero no es evitar conflictos.
Es usarlos como oportunidad para conocerse más y, desde ahí, elegir seguir construyendo.
En el juego de la vida, las relaciones son uno de los campos de entrenamiento más duros y por lo tanto también de los más reveladores.
Si aprendes a leer lo que te muestran, cada vínculo se convierte en una puerta para crecer.
Propósito
No es algo que encuentras. Es algo que eres.
Muchos pasan la vida buscando “su propósito” como si fuera un objeto perdido:
un trabajo perfecto, una misión escrita, una voz que de pronto les diga: “esto viniste a hacer”.
Y mientras esperan esa señal, el tiempo pasa, se frustran y no juegan.
El propósito no está escondido en algún lugar afuera.
No lo vas a encontrar en un test, ni en un libro, ni en un gurú que te lo diga.
El propósito nace de vivir en coherencia.
De alinear lo que piensas, lo que sientes y lo que haces.
En otras palabras: de ser auténtico y estar en sintonía con quien realmente eres.
Se trata de dejar de traicionarte a diario en las pequeñas decisiones y promesas que te haces.
La regla del propósito es esta:
«No busques lo que viniste a hacer. Vive desde quien realmente eres»
Si hoy te mueves desde la apatía, desde el miedo o desde el “me toca”,
por más que tengas grandes metas, nunca se van a sentir plenas.
Si hoy vives desde lo que amas, lo que te expande, lo que aporta valor…
aunque aún no tengas claridad total, ya estarás caminando tu propósito.
El propósito no es un destino al que llegas, es un estado desde el que vives.
No es un título, no es un rol, no es un negocio.
Es la forma en que decides estar en el juego, aquí y ahora.
Y lo curioso es que cuando empiezas a vivir así,
las oportunidades, las personas y caminos que “coinciden” con tu propósito aparecen sin que tengas que buscarlos.
El propósito, al final, es vivir la vida en plenitud,
siendo coherente contigo mismo y con quien realmente eres.
La regla más importante del juego: conócete a ti mismo
Puedes aprender todas las reglas.
Puedes entender el sistema.
Puedes saber moverte en el tablero.Pero si no te conoces a ti mismo,
si no te miras donde no quieres mirar,
si no reconoces tus sombras, tus trampas y tus máscaras…
has perdido el juego.
Conocerte a ti mismo no es leer un horóscopo,
no es hacer un test de personalidad,
no es coleccionar frases motivacionales ni declararte “espiritual”.
Conocerte es mirarte con brutal honestidad.
Es sentarte frente a ti, sin anestesia,
sin adornos, sin excusas, sin la necesidad de parecer iluminado.
Es preguntarte:
¿Desde dónde estoy viviendo realmente?
¿Desde el miedo?
¿Desde la herida?
¿Desde la escasez?
¿Desde la culpa?
O…
¿Desde la consciencia?
¿Desde la gratitud?
¿Desde el amor?
Si tuviera que resumir el juego en una sola regla, sería esta:
¿Estás viviendo desde el amor o desde el miedo?
Porque ganar el juego no es tener más,
no es llegar primero,
no es que todos te aplaudan.
Ganar el juego es ver el amor en todo.
En lo que dolió.
En lo que perdiste.
En lo que falló.
En lo que parece injusto.
Especialmente ahí,
donde menos parece haberlo.
Las armas y herramientas del jugador consciente
Por último, ten en cuenta lo siguiente:
No llegamos a este juego desarmados.
Traemos herramientas internas que están ahí, siempre disponibles,
aunque muchas veces no las usemos.
La intuición – Esa voz silenciosa que sabe sin saber:
Es la guía que te muestra realidades antes de que puedas explicar por qué.
Es la señal que sientes en el cuerpo, el presentimiento que te advierte,
la certeza que llega sin que tengas todos los datos.
Aprender a escucharla implica silencio, observación y la humildad
de aceptar que no todo se entiende con la mente lógica.
En el juego, la intuición es tu radar: te muestra rutas que tu razón no ve.
La imaginación – Tu laboratorio creativo:
El espacio donde puedes ensayar futuros posibles y elegir cuál encarnar.
Es la herramienta con la que transformas ideas en imágenes,
y esas imágenes en acciones.
Si no imaginas algo diferente, te quedarás repitiendo lo conocido.
La imaginación abre puertas, expande el tablero
y te permite inventar jugadas que antes no existían.
El amor – La fuerza más poderosa del tablero:
Capaz de transformar cualquier jugada, incluso la más adversa.
No hablo de amor romántico, sino de un estado interno
desde el que actúas sin miedo, sin venganza y sin resentimiento.
El amor es la herramienta que te recuerda quién eres,
que te devuelve al centro y te permite ver humanidad incluso en la derrota.
Desde el amor, no solo juegas mejor: cambias el juego por completo.
Conclusión
Estás en el juego.
No elegiste todas las cartas con las que empezaste,
pero sí puedes decidir cómo jugarlas.
Puedes gastar tu energía discutiendo con el tablero,
o puedes aprender sus reglas y jugarlo a tu favor.
La vida no es justa.
No siempre premia al que más se esfuerza,
ni castiga al que más engaña.
Pero siempre responde a cómo eliges jugar.
Y ahí está tu verdadero poder:
no en lo que recibes, sino en lo que haces con eso.
El juego es interno.
Ganas cuando dejas de vivir en piloto automático,
cuando eliges conscientemente tus movimientos,
cuando usas tu intuición para guiarte,
tu imaginación para crear y
el amor para sostener cada jugada.
No hay un final donde recibas una copa y se apaguen las luces.
La victoria está en cómo te mueves hoy,
en cómo tratas a los demás,
en cómo te tratas a ti mismo,
en cómo transformas lo que antes te detenía
en combustible para seguir adelante. ¡Muévete!
Estás en el juego.
Así que juega.
Juega con atención.
Juega con intención.
Y, sobre todo,
juega con amor.